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Albert Rivera ganó el primer round. Se le nota formado en concursos de debate durante su juventud. Ante el guión que llevaba preparado Sánchez, la cerrazón de Casado y lo encasillado del discurso de Iglesias, se vino arriba. Se le da bien la entrada que embarulla la jugada para después salir airoso teniendo prevista la reacción del rival. Si la campaña electoral se les estaba haciendo larga a los naranjas, ahora parecen pocos los días que les quedan por delante. Aunque el discurso final, llamado minuto de oro, le quedó un poco de bisutería. Hay que ser más uno y menos creerse Barack Obama o Nelson Mandela. Esto no es Chicago. Y no vamos a ser el primer presidente escogido por sufragio universal en un país. Teniendo en cuenta que además había una sintonía de fondo to' el rato no nos pidas la frikez de oír el silencio. Cuando en este país, desde siempre, calladitos hemos estado más guapos. Lo que habría que hacer, más bien, es ruido contra muchas cosas. Pero claro, a tus asesores les quedaba mejor «silencio» porque casi siempre rima con «cómplice». Y a partir de ahí, es llenar huecos (el fill the gaps de los workbook de inglés del bachillerato). Torra, separatismo, romper España... Al final, como en una justificación que no venía al caso, hoy Rivera tuvo que decirle a Susanna Griso en una entrevista que no se ha drogado en vida (Hulio, diría Joaquín). Y todo lo que había ganado, lo pierde cuando de la hemeroteca le sacan archivos diciendo lo contrario. De fumarse un porro se recupera uno, de mentirle al electorado ya es otra cosa. Los tuyos te recibieron anoche tras el debate con cánticos de «tú si que vales». El resto a ver si al final no te acabamos diciendo aquello de «comodín, comodín». A ver hoy. Y sobre todo el domingo. Hablamos el lunes.