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Supongamos Supongamos que nos vemos como niños que las mañanas suenan a gurrufíos y saben a jugo de tamarindos sin azúcar Supongamos que sabemos lo que hacemos cantando igual que Bobby Darin sin micrófono O mejor hacer la vista flaca vestir de domingo no olvidar un pañuelo blanco en punta un toque de colonia de papá unos minutos de propagandas en la tele de la sala apostar en la carrera hasta el final de la vereda lancemos unas canastas siguiendo las agujas del reloj cuidando de no sudar la ropa las consecuencias son previsibles Supongamos que ese momento dura todas las mañanas del mundo y que podemos quedarnos ahí helados sonriendo sin querer aprender sin tener que sin rendir cuentas persiguiendo iguanas