Se lo llevó Pateco - El Jíbaro Digital - Leyendas y Historias de Puerto Rico

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En este episodio de El Jíbaro Digital Podcast, nos adentramos en una de las leyendas más intrigantes y recordadas del Viejo San Juan: Pateco, el misterioso sepulturero del Cementerio Santa María Magdalena de Pazzis.

Viajaremos a 1899, año en que el huracán San Ciriaco devastó Puerto Rico, para descubrir cómo la tragedia, las epidemias y el ingenio boricua dieron origen a la frase popular “¡Se lo llevó Pateco!”. Entre historia y misterio, exploraremos si Pateco fue un hombre real… o algo más.

Un relato cargado de imágenes vívidas, suspenso y cultura puertorriqueña que te transportará a las murallas del Viejo San Juan, donde las olas chocan contra la historia y las leyendas nunca mueren.

Ponte cómodo, sube el volumen y acompáñanos en este viaje al pasado… si Pateco nos deja.

Más que un podcast, es un archivo vivo de la memoria y el alma puertorriqueña… en formato digital.

El Jíbaro Digital: donde la cultura boricua se convierte en código.

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Jíbaros y Jíbaras, bienvenidos y bienvenidas a tu podcast favorito… El Jíbaro Digital Podcast.

Soy tu anfitrión, el Jíbaro Digital, y en el capítulo de hoy hablaremos sobre… un fuego que no apagó el viento.

Una historia real, ocurrida en 1591, justo donde hoy brillan las luces y se escucha la música en Bahía Urbana, en San Juan, Puerto Rico.

La historia de tres mujeres acusadas de brujería… y quemadas en la hoguera.

Pero esta no es solo una historia de muerte…

Es también una historia de resistencia, de fe… y de raíces que ni el fuego pudo arrancar.

Imagina…

San Juan en 1591.

No había calles empedradas como las conocemos hoy.

El olor a sal del mar se mezclaba con el barro de un manglar profundo…

y las ramas de mangle formaban túneles de sombra donde apenas se filtraba la luz.

Allí, en ese manglar… un grupo de mujeres y hombres esclavizados, traídos desde África, se reunía para cantar, danzar y rezar a sus dioses… a sus orishas.

Eran cantos que viajaban por generaciones.

No eran maldad.

No eran demonios.

Eran medicina para el alma.

Pero… alguien los vio.

Alguien habló.

Y en esa época, practicar tu fe ancestral… podía costarte la vida.

El obispo de San Juan, Nicolás Ramos Santos, escribió al Rey de España que estos “negros herejes” adoraban a un demonio con forma de macho cabrío…

y que tres de esas mujeres habían reincidido en sus prácticas, incluso después de “convertirse” al cristianismo.

En los ojos de ellos… eran brujas.

En los ojos de la historia… eran libres.

Las tres fueron sentenciadas a morir en la hoguera.

No hubo defensa.

No hubo perdón.

Las ataron.

Las llevaron al centro del poblado.

La gente miraba… algunos con miedo… otros con morbo.

El tambor de sus corazones sonaba más fuerte que cualquier campana de iglesia.

El fuego subió…

La leña crujió…

Y el humo se mezcló con el salitre del mar.

Pero aquí está lo que ellos no entendieron:

El fuego no mata un tambor.

El fuego no mata una canción.

El fuego no mata una creencia que vive en la sangre.

Y así… aunque sus cuerpos se hicieron ceniza… sus voces siguieron flotando sobre el agua…

Algunos dicen que, en ciertas noches, cuando el viento sopla desde el mar y el agua de la bahía está quieta, se escuchan susurros en lengua yoruba…

y un tambor suave, como un corazón que nunca dejó de latir.

Hoy, donde hubo manglar y hoguera, hay música, turistas, luces y conciertos.

Pero la tierra recuerda.

Y ahora… tú también.

Si esta historia te erizó la piel…

quiero invitarte a que escuches la canción inspirada en estas tres mujeres:

“Fuego en la Bahía Urbana”.

Un homenaje a su fuerza, a su resistencia, a su tambor eterno.

Porque el fuego no las apagó…

y hoy… siguen encendiendo nuestra memoria.