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En Guatemala, las mujeres trans no viven, sobreviven. La esperanza de vida para ellas no supera los 35 años. Quienes logran pasar el promedio, lo consideran un milagro. Tener más de cuarenta años es como robarle años a la muerte, pero lo que viene después tampoco es fácil. Si Guatemala es un país hostil para los adultos mayores, los problemas se agudizan para las mujeres trans que transitan por la adultez y la vejez: están cada vez más solas ante un Estado que no responde, a las instituciones les dan la espalda, a las familias que las desprecian. Y a cierta edad, se suma el miedo de morir solas.